enderezando lo torcido

Jesús endereza todo lo torcido por el hombre.

viernes, 20 de mayo de 2011

DOCTRINAS BIBLICAS

Doctrinas esenciales de la Biblia
La Biblia

Ya que Dios existe, también la Palabra de Dios debe existir, pues ¿no se comunicaría el Creador con Su creación? Puesto que Dios nos creó como seres racionales y ya que El nos ama lo suficiente para proveer por nosotros, seguramente El desea comunicarse con nosotros y así cumplir Su propósito para la creación. Todos los seres inteligentes buscan comunicarse, y la Inteligencia Suprema no es una excepción.

Esperaríamos que Dios registraría Su mensaje en forma escrita, el medio histórico más apropiado para la precisión, la preservación, y la propagación. Y la siguiente evidencia demuestra de una manera convencedora que la Biblia es la Palabra única de Dios al hombre en forma escrita: (1) sus pretensiones únicas, (2) su autoridad autovindicatoria, (3) el testimonio de los apóstoles y profetas, (4) la integridad de Jesucristo, quien endosó el Antiguo Testamento y comisionó a los escritores del Nuevo, (5) la naturaleza y calidad de su contenido, (6) su superioridad moral, (7) su unidad, a pesar de mas de cuarenta escritores abarcando mas de 1,600 años, (8) la falta de una alternativa creíble, (9) su concordia con la historia, la arqueología, y la ciencia, (10) su indestructibilidad, (11) su universalidad, (12) su influencia sobre la sociedad, (13) el testimonio del Espíritu, (14) su poder para cambiar vidas, (15) sus promesas y sus milagros cumplidos, (16) sus profecías cumplidas, y (17) la falta de una explicación alternativa de su origen.

Ciertamente esperaríamos que la Palabra de Dios se identificaría como tal, y cada libro de la Biblia pretende, ya sea directa o indirectamente, ser la Palabra de Dios. De todos los libros de las grandes religiones del mundo, solo un libro fuera de la Biblia se jacta de igual autoridad el Korán y su contenido imaginativo y contradictorio no apoya su pretensión. El libro más moral del mundo, la Biblia, no proclamaría la mentira más grande del mundo. Nadie fuera de Dios podría haber sido el autor de la Biblia, pues seres buenos no profesarían falsamente ser divinamente inspirados, y seres malos no enseñarían una moralidad tan alta. La Biblia es inspirada por Dios, literalmente “respirada de Dios.” “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (II Timoteo 3:16). Los santos hombres de Dios escribieron siendo inspirados por el Espíritu Santo (II Pedro 1:21).

La inspiración se extiende a todas partes de la Biblia y a cada palabra. Aunque los escritores humanos escogieron palabras que reflejaban su idioma, cultura, personalidad, circunstancias, y estilo, Dios guió el proceso de manera que cada palabra comunicaría con certeza Su mensaje. Como resultado, la Biblia es infalible, inerrante, y la única autoridad para doctrina y vida cristiana. La Biblia es verdad.

Los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento fueron reconocidos como Escrituras por los hebreos antiguos, y Jesús y los apóstoles citaron de o aludieron a casi todas ellas. Los veintisiete libros del Nuevo Testamento fueron aceptados por los Cristianos desde los tiempos más tempranos, incluso los contemporáneos de los escritores en la mayoría de los casos (II Pedro 3:15-16), y son reconocidos como Escrituras por toda la Cristiandad.

A veces pueden surgir errores al copiar, traducir, o imprimir las Escrituras, pero Dios ha mantenido Su mano sobre el proceso de transmisión para preservar Su palabra para siempre (Salmo 100:5). La exactitud del texto hebreo del Antiguo Testamento fue protegida por la extremadamente alta calidad del proceso de transmisión escribal y ha recibido verificación dramática por el descubrimiento reciente de los antiguos pergaminos del Mar Muerto. La exactitud del texto griego del Nuevo Testamento es asegurada por el extremadamente grande número de manuscritos-más de 5,000-que cancelan los errores de los copiadores.

La versión King James es la Biblia más popular en el inglés (la versión Reina-Valera es la más popular en el español). Fue traducida a través de un periodo de siete años por cuarenta y siete teólogos y lingüistas. Cada uno de ellos era un erudito célebre quien se hallaba firmemente comprometido a la inspiración y autoridad de las Escrituras.

La versión New King James es una revisión en lenguaje moderno que busca preservar la exactitud y hacerla mas fácil de entender. Los estudiantes de la Biblia deben usar el método literal de interpretación, que significa seguir la implicación natural o usual de una expresión-el significado ordinario y aparente de las palabras-en vez de buscar un significado oculto, alegórico, o “espiritual.” Es importante usar lógica sana y estudiar palabras, gramática, trasfondo, contexto, estilo literario, historia, geografía, cultura, lenguaje figurativo, símbolos, parábolas, y tipos. Al estudiar la Biblia, debemos mantener en mente varios puntos: (1) es necesario tener la iluminación del Espíritu, (2) la Biblia es básicamente clara y propuesta para ser entendida, (3) la Escritura interpreta a la Escritura, (4) la verdad se revela progresivamente desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, (5) la Biblia presenta una teología unificada, (6) ninguna doctrina es basada en un solo pasaje o se halla escondida en pasajes oscuros, (7) la Biblia está acomodada a la mente humana (pero no al error), y (8) cada pasaje tiene un significado primario pero puede tener varias aplicaciones.

Podemos tener confianza de que Dios nos ha revelado, preservado, y transmitido Su Palabra hoy y que la podemos entender. Su Palabra es la Biblia.

La Doctrina de Dios

“Dios es Espíritu” (Juan 4:24). El no se compone de carne, sangre, huesos, o materia física. El es invisible al ojo humano, a menos que escoja revelarse en alguna manera (Juan 1:18). Dios posee individualidad, racionalidad, y personalidad. El es auto-existente, eterno, e inmutable. El es omnipresente (presente en todo lugar), omnisciente (tiene toda sabiduría y todo lo conoce), y omnipotente (todopoderoso).

La naturaleza moral de Dios incluye santidad, justicia y rectitud, misericordia y gracia, amor, fidelidad, verdad, y bondad. El es absolutamente perfecto en toda manera. I Juan 4:8 dice, “Dios es amor”; ninguna otra religión le identifica tan completamente a Dios con el amor.

Puesto que Dios es santo, El no puede tener comunión con el pecado. La justicia de Dios demanda castigo para el pecado, pero en Su amor y misericordia El dió a Su Hijo para satisfacer los requisitos de Su justicia, proveyendo a la vez salvación para pecadores arrepentidos. Los que rechazan Su gentil provisión de la salvación enfrentarán a Su juicio. Dios ama al pecador, pero Su naturaleza santa no le permite amar, condonar, o ignorar el pecado.

Dios es absolutamente e indivisiblemente uno. “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4). Su naturaleza eternal no contiene distinciones o divisiones esenciales. Todos los nombres y títulos de la Deidad como Dios, Jehová, Señor, Padre, Verbo, y Espíritu Santo se refieren al mismo ser. Cualquier pluralidad asociada con Dios es sola-mente una pluralidad de atributos, títulos, papeles, manifestaciones, modos de actividad, o relaciones al hombre. Muchos pasajes enfatizan la unidad de Dios (Isaías 42:8; 43:10-11; 44:6-8, 24; 45:21-23; 46:6-9; Marcos 12:28-30; Gálatas 3:20; I Timoteo 2:5; Santiago 2:19).

El título de Padre describe las funciones de Dios como padre de toda la creación, padre del Hijo unigénito, y padre del creyente renacido (Deuteronomio 32:6; Malaquías 2:10). El título de Hijo se refiere a la venida de Dios en carne, pues el niño Jesús fue concebido literalmente por el Espíritu Santo, quien era literalmente Su Padre (Mateo 1:18-20; Lucas 1:35). El título de Espíritu Santo identifica el carácter fundamental de la naturaleza de Dios. La santidad forma la base de Sus atributos morales, mientras que la espiritualidad es la base de Sus atributos no-morales. El Espíritu Santo es, específicamente, Dios en actividad, en particular ungiendo, regenerando, y habitando en el hombre-obras que Dios puede hacer porque es un Espíritu (Génesis 1:2; Hechos 1:5-8).

Estos términos también pueden ser entendidos en la revelación de Dios al hombre: Padre se refiere a Dios en relación familiar al hombre; Hijo se refiere a Dios encarnado; y Espíritu se refiere a Dios en actividad. Por ejemplo, un hombre puede tener tres relaciones o funciones significativas -como administrador, maestro, y consejero- y ser todavía una sola persona en todo sentido. Dios no es definido por ni limitado a una terciedad esencial. La Biblia nunca se refiere a Dios como una “trinidad” o como “tres personas” sino que con frecuencia le llama el Santo. El título de Verbo se refiere a la auto-expresión o auto-revelación de Dios. El Verbo de Dios es El mismo (Juan 1:1), en particular Su pensamiento, mente, razonamiento, o plan. En la persona de Jesucristo, “aquel Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14). “Dios fue manifestado en carne” (I Timoteo 3:16).

La Existencia de Dios

El primer versículo de la Biblia le presenta a Dios como el creador del universo. La Biblia no trata de comprobar que Dios existe; presume Su existencia como fundamental. La creación misma da testimonio de que hay un Creador inteligente, omnipotente, y amante (Romanos 1:20).

Solamente puede haber tres explicaciones por la existencia del universo: (1) siempre ha existido (universo eterno); (2) llegó a existir por su propio poder (universo auto-creativo), o (3) Dios lo creó. El aceptar a cualquiera de estas requiere una fe que trasciende la comprobación científica. Es mas razonable creer en un Creador inteligente, eterno, y omnipotente que en la eternalidad o habilidad auto-creativa de la materia no racional. El orden y el diseño del universo requieren la existencia de un Diseñador. La increíble complejidad de aun las mas sencillas formas de vida demuestra que la vida no empezó por accidente o por ciega casualidad. La naturaleza moral del hombre revela que él es más que un animal inteligente; él fue creado a la imagen de un Ser racional, espiritual, y moral. Cada niño humano desarrolla una conciencia, y cada sociedad humana tiene un sentido de moralidad (Romanos 2:15).

¿Cómo podría la finita mente humana aun concebir de un Dios infinito, omnipresente, omnipotente, omnisciente, y perfecto si Dios no le impartiera aquel concepto? Cada sociedad en la historia ha expresado una creencia en un Ser Supremo, y estudios antropológicos modernos demuestran que la creencia religiosa más temprana y más fundamental es el monoteísmo, y no el politeísmo.

El testimonio de las Escrituras y la confirmación de la experiencia personal nos aseguran de que Dios a la verdad vive y se comunica con la humanidad. Últimamente, aceptamos la verdad de Su existencia por fe (Hebreos 11:6).

La Humanidad

Dios creó al hombre y a la mujer a Su imagen espiritual, moral, e intelectual (Génesis 1:27). El alma y el espíritu componen la parte eterna del hombre, incluyendo el intelecto, la personalidad, las emociones, la voluntad, el reconocimiento de sí mismo, la intuición, la conciencia, y el reconocimiento de Dios. Originalmente, la naturaleza humana era inocente y sin pecado, con un completamente libre albedrío. Adán y Eva escogieron desobedecer a Dios y entonces introdujeron el pecado a la raza humana. Todos ahora nacen con una naturaleza pecaminosa la compulsión a pecar, el dominio del pecado (Romanos 3:9; 5:12,19; 7:14).

La naturaleza pecaminosa lleva inevitablemente a hechos pecaminosos, resultando en condenación. La Biblia declara enfáticamente que todos los humanos son pecadores (I Reyes 8:46; Proverbios 20:9; Isaías 64:6). Todos están bajo el pecado y son culpables ante Dios (Romanos 3:9,19). “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

Como un resultado, la humanidad está bajo la sentencia de muerte, física y espiritualmente. “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). “El pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:15). Muerte significa separación y la muerte espiritual última es la separación eterna de Dios. Todos necesitan ser salvos del pecado y de su pena, la muerte. Y Dios ha provisto salvación por medio de Jesucristo.

La Identidad de Jesucristo

Jesucristo es a la vez Dios y hombre. El es el único Dios encarnado. “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (II Corintios 5:19). Jesucristo es la imagen del Dios invisible, Dios manifestado en carne, nuestro Dios y Salvador, y la imagen misma de la sustancia de Dios (II Corintios 4:4; Colosenses 1:15; I Timoteo 3:16; Tito 2:13; Hebreos 1:3; II Pedro 1:1). El no es la encarnación de una de las per-sonas de una trinidad, sino la encarnación de todo el carácter, la calidad, y la personalidad del único Dios.

El reconocer la deidad de Jesucristo es esencial para la salvación. Jesús dijo, “Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis,” haciendo referencia al nombre de Dios “Yo Soy” (Juan 8:24,58). Jesús solamente tiene poder para salvar del pecado si El es verdaderamente Dios, pues solo Dios es el Salvador y solo El puede perdonar el pecado (Isaías 43:25; 45:21- 22; Marcos 2:7).

Todos los nombres y los títulos de la Deidad se aplican apropiadamente a Jesús. El es Dios (Juan 20:28), Señor (Hechos 9:5), Jehová (Isaías 45:23 con Filipenses 2:10-11), Yo Soy (Juan 8:58), Padre (Isaías 9:6; Apocalipsis 21:6-7), Verbo (Juan 1:14), y Espíritu Santo (Juan 14:17-18).

Dios el Padre habitaba dentro de Cristo el hombre. Jesús dijo, “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). “El Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10:38). “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre . . . el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:9-10). La naturaleza divina de Jesucristo es el Espíritu Santo (Gálatas 4:6; Filipenses 1:19), que es el Espíritu del Padre (Mateo 1:18-20; 10:20). “El Señor es el Espíritu” (II Corintios 3:17). Jesús es Aquel que está en el trono celestial, como vemos por comparar la descripción de Jesús en Apocalipsis 1 con la de Aquel que está en el trono en Apocalipsis 4 y por notar que “Dios” y “el Cordero” es un mismo ser en Apocalipsis 22:3-4. Jesús es también el Hijo de Dios. El término Hijo puede significar solamente la naturaleza humana de Cristo (como “elHijo murió”) o puede significar la unión de deidad y humanidad (como “el Hijo volverá a la tierra en gloria”), pero nunca se usa aparte de la encarnación de Dios. Nunca se refiere solamente a la deidad. Los términos “Dios el Hijo” e “Hijo eterno” no son bíblicos. El papel del Hijo empezó cuando Jesús fue milagrosamente concebido en el vientre de una virgen por el Espíritu Santo (Lucas 1:35; Gálatas 4:4; Hebreos 1:5).

Las Escrituras proclaman enfáticamente la completa y genuina humanidad de Cristo (Romanos 1:3; Hebreos 2:14-17; 5:7- 8). El tenía un cuerpo, alma, espíritu, una mente, y una voluntad que eran humanos (Lucas 22:42; 23:46; Hechos 2:31; Filipenses 2:5; Hebreos 10:5,10). Jesús era un humano perfecto, con todo lo que la humanidad genuina incluye. La verdadera humanidad de Cristo no significa que El tenía una naturaleza pecaminosa. El era sin pecado, El no cometió pecado, y el pecado no estaba en El (Hebreos 4:15; I Pedro 2:22; I Juan 3:5). El vino con la clase de naturaleza humana inocente que Adán y Eva tuvieron en el principio. El creer en la verdadera humanidad de Cristo es esencial para la salvación (I Juan 4:3). Si Dios no vino verdaderamente en la carne, entonces no hay sangre para la remisión de pecados; no hay sacrificio de propiciación. El propósito mismo de la Encarnación era proveer un hombre santo para mediar entre el Dios santo y la humanidad pecaminosa.

Es necesario distinguir claramente entre la deidad y la humanidad de Cristo. Aunque Jesús era a la vez Dios y hombre, a veces El actuaba del punto de vista humano y a veces del punto de vista divino. Como Padre, El a veces hablaba departe de Su auto-conciencia divina; como Hijo, El a veces hablaba departe de Su auto-conciencia humana. Solamente como un hombre podría Jesús nacer, crecer, ser tentado por el diablo, tener hambre, tener sed, cansarse, dormirse, orar, ser azotado, morir, no conocer todas las cosas, no tener todo poder, ser inferior a Dios, y ser un siervo. Solamente como Dios El podría existir desde la eternidad, ser inmutable, echar fuera demonios por Su propia autoridad, ser el pan de vida, dar agua viva, dar descanso espiritual, calmar la tempestad, contestar la oración, sanar a los enfermos, resucitar a Su cuerpo de la muerte, perdonar el pecado, conocer todas las cosas, tener todo poder, ser identificado como Dios, y ser Rey de reyes. En una persona ordinaria, estas dos listas en contraste serían mutuamente exclusivas, pero las Escrituras las atribuyen todas a Jesús, revelando Su naturaleza doble.

Aunque tenemos que distinguir entre la deidad y la humanidad de Cristo, es imposible separar a las dos en Cristo (Juan 1:1,14; 10:30,38; 14:10-11; 16:32). El Padre se unió a la humanidad para formar un solo ser-Jesucristo, la Deidad encarnada. Mientras estaba en la tierra Jesús era plenamente Dios, y no meramente un hombre ungido. A la vez, El era completamente humano, y no solamente una semejanza de hombre. El poseía el poder, la autoridad, y el carácter ilimitado de Dios. El era Dios por naturaleza, por derecho, por identidad; El no se hallaba deificado solamente por una unción o investidura. Desemejante a un creyente lleno del Espíritu, la humanidad de Jesucristo se hallaba inextraíblemente unida con toda la plenitud del Espíritu de Dios. Podemos identificar cuatro temas mayores en la descripción bíblica de la Encarnación : (1) la absoluta y completa deidad de Jesucristo; (2) la humanidad perfecta y sin pecado de Jesucristo; (3) la distinción clara entre la humanidad y la deidad de Jesucristo; y, sin embargo, (4) la unión inseparable de deidad y humanidad en Jesucristo.

Jesús es la plenitud de Dios habitando en perfecta humanidad y manifestándose como un ser humano perfecto. El no es la transmutación de Dios a carne, la manifestación de una porción de Dios, la animación por Dios de un cuerpo humano, o Dios habitando temporalmente en una persona humana aparte. Jesucristo es la encarnación-incorporación, personificación humana-del único Dios.

La Iglesia

La iglesia de Jesucristo es el cuerpo de creyentes que han sido llamados a la separación, los que han sido introducidos enCristo por el bautismo de agua y del Espíritu. La Biblia describe a la iglesia como el cuerpo de Cristo, la esposa de Cristo, y un templo espiritual en el cual mora el Espíritu de Cristo. La iglesia es a la vez local y universal. Su misión en la tierra es la de (1) adorar y glorificar a Dios, (2) evangelizar al mundo, y (3) desarrollar a los creyentes hasta la madurez. Cada creyente es su propio sacerdote a Dios (por medio de Jesús) y puede comunicarse directamente con Dios (Hebreos 4:14-16; Apocalipsis 1:6). Cada miembro de la iglesia tiene una posición de servicio, que incluye el sobrellevar las cargas los unos de los otros y orar los unos por los otros (Gálatas 6:1-2; Colosenses 4:3,12).

Dios ha dado a la iglesia ministros especiales para entrenar y equipar a los creyentes para la obra de la iglesia (Efesios 4:11- 16). (1) Apóstol-uno que es enviado con una comisión. Aunque nadie puede tomar el lugar de los doce apóstoles del Cordero, quienes eran testigos oculares de Cristo, hay otros que ejercen un ministerio apostólico por servir como misioneros y líderes pioneros (Hechos 13:2-4; 14:14). (2) Profeta-uno que imparte mensajes o dirección especiales departe de Dios (Hechos 11:27; 15:32; 21:10). (3) Evangelista-predicador a los inconversos (Hechos 21:8; II Timoteo 4:5). (4) Pastor-uno que dirige y cuida del pueblo de Dios, también llamado obispo (superintendente) y anciano (Hechos 14:23; 20:28; I Timoteo 3:1-7; Tito 1:5- 9; I Pedro 5:1-4). (5) Maestro-uno que instruye en la Palabra de Dios (Hechos 13:1). También existe el oficio de diácono (siervo). Los diáconos ayudan a los líderes espirituales en los asuntos y las actividades de la iglesia (Hechos 6:3; I Timoteo 3:8-13).

Dios ha ordenado el gobierno de la iglesia, y El da varios ministerios, papeles, tareas, o oficios a los que acabamos de mencionar (Romanos 12:4-8; I Corintios 12:28). Al mismo tiempo, los líderes deben ser siervos y ejemplos, y no dictadores (Mateo 20:25-28; I Pedro 5:3). La iglesia también tiene dones del Espíritu que permanecerán hasta el regreso de Cristo (I Corintios 1:2,7; 12:8-10). Estos dones nunca deben ejercerse en una manera contraria a la Biblia o el liderato piadoso, sino siempre con amor, en orden, y para la edificación del cuerpo. Los dones espirituales son milagrosos y sobrenaturales. Pueden clasificarse en la siguiente manera.

Dones de revelación. (1) Palabra de sabiduría-guianza, dirección, o entendimiento divino para una situación específica (Hechos 27:9-11). (2) Palabra de ciencia-revelación divina de un hecho que de otra manera sería desconocido al recipiente (Hechos 5:1-11). (3) Discernimiento de espíritus-el percibir si algo es motivado por Dios, un espíritu malo, o el espíritu humano (Hechos 16:16-18).

Dones de poder. (4) Fe-una encomendación especial de confianza en Dios para una crisis en particular o una situación aparentemente sin esperanza (Hechos 27:21-25). (5) Dones de sanidad-sanidades divinas, ya sean instantáneas o progresivas, para varios tipos de enfermedades físicas y mentales (Hechos 5:12-16). Cristo compró la sanidad para el cuerpo (Isaías 53:5; Mateo 8:16-17) y dió a los creyentes autoridad para imponer las manos sobre los enfermos para su sanidad (Marcos 16:17-18). Los ancianos deben ungir a los enfermos con aceite y orar por su sanidad en el nombre de Jesús (Santiago 5:13-16). (6) El hacer milagros-intervención directa departe de Dios en una situación, trascendiendo a las leyes naturales (Hechos 20:7- 12; 28:1-6).

Dones de expresión. (7) Profecía-un mensaje de Dios en el idioma conocido (I Corintios 14:3-4, 29-33). En un sentido mas general, cada testimonio, predicación, o alabanza ungida puede llamarse profecía (Apocalipsis 19:10). (8) Géneros de lenguas-un mensaje de Dios en un idioma desconocido a los oyentes, a ser interpretada para el beneficio de la iglesia (I Corintios 14:5, 27-28). Cada creyente puede también hablar en lenguas sin interpretación para devoción y beneficio personal (I Corintios 14:4, 14-15, 18, 28). (9) Interpretación de lenguas-el dar el significado de un mensaje público en lenguas (I Corintios 14:5, 27-28).

Jesucristo instituyó la Cena del Señor y el lavamiento de los pies en Su iglesia, y mandó la observación de los dos (Lucas 22:14-20; Juan 13:2-17; I Corintios 10:16-17; 11:23-34). La Cena del Señor consiste en comer pan sin levadura y tomar el fruto de la vid, que simbolizan el cuerpo partido y la sangre derrama-da de Cristo. La iglesia debe participar con reverencia, examinación propia, y arrepentimiento, recordando solemnemente la muerte propiciatoria de Cristo y anticipando con gozo Su regreso. Los creyentes se gozan así de comunión con El y confraternidad los unos con los otros. El lavamiento de pies enseña humildad, servicio, y confraternidad.

La iglesia local debe reunirse regularmente y con frecuencia. No es obligada a observar las leyes sabáticas, pues la iglesia no es limitada por la ley ceremonial (Hechos 15:19-29; Romanos 14:5-6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16-17). Los Cristianos se gozan de santificación y descanso espiritual a diario en el Espíritu Santo. Sin embargo, la designación de un día semanal de descanso y el señalar tiempos para adoración en grupo todavía son principios válidos. La iglesia primitiva se congregaba el día domingo para conmemorar la resurrección del Señor (Hechos 20:7; I Corintios 16:2). Cada Cristiano debe ser fiel a las reuniones de su iglesia local (Hechos 2:42; Hebreos 10:25).

La Obra Salvadora de Jesucristo

Dios vino en carne como Jesucristo para proveer salvación para Su creación caída. La Encarnación era para el propósito de la Propiciación. El evangelio, literalmente las “buenas nuevas,” es que Jesús murió, fue sepultado, y resucitó para nuestra salvación. Disímil a toda otra religión, el Cristianismo depende de la muerte y resurrección de su fundador. La santidad de Dios demanda que El se separe de la humanidad pecaminosa. La separación de Dios, la fuente de toda vida, significa muerte-físicamente, espiritualmente y eternamente-y entonces la santa ley de Dios requiere la muerte como la pena para los pecadores. Dios escogió obligarse por el principio de muerte por el pecado. Sin el derramamiento de sangre (el dar de una vida) no puede haber remisión o libertad de esta pena y no puede haber restauración a comunión con el Dios santo (Hebreos 9:22). La muerte de animales no es suficiente para remitir nuestros pecados (Hebreos 10:4), porque somos mucho mayor que ellos en que nosotros fuimos creados a la imagen espiritual de Dios. Tampoco puede una persona ordinaria sufrir la pena en nuestro lugar, pues cada uno merece la muerte eterna por sus propios pecados. Para poder proveer un sustituto aceptable, Dios vino a la tierra como un hombre sin pecado-Jesucristo. Jesús era el único hombre sin pecado que jamás ha vivido, y entonces El era el único que no merecía morir y que podría ser un sustituto perfecto. Su muerte llegó a ser la propiciación permanente por nuestros pecados. Dios no excusa a nuestros pecados sino que ha infligido la pena por esos pecados en el inocente hombre Cristo. Entonces la muerte de Cristo fue hecha necesaria por (1) la pecaminosidad de toda la humanidad, (2) la santidad de Dios, (3) la ley de Dios que requiere muerte como la pena por el pecado, y (4) el deseo de Dios de proveer salvación para los pecadores.

No hay salvación fuera del Señor Jesucristo. Jesús afirmó, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). (Véase Juan 8:24; Romanos 10:9-17.) El Antiguo Testamento tipificó la muerte de Cristo por sacrificios de animales. El pueblo de Dios ofrecía sacrificios de sangre para hacer propiciación por-cubrir, perdonar, remitir, o expiar- sus pecados. Estos sacrificios no quitaban actualmente el pecado, pero demostraban fe en y obediencia a el plan de salvación de Dios. En la cruz, Jesús pagó la pena por los pecados de todo el tiempo, y su sacrificio está al alcance de todos en toda época que creen y obedecen a Dios (Romanos 3:25).

La Biblia describe la muerte de Cristo de varias maneras: 

1. Redención o rescate (Mateo 20:28; Gálatas 3:13; I Timoteo 2:6). Redimir significa librar por pagar un precio; el rescate es el precio pagado. La sangre (vida) de Cristo era el rescate que la santa ley de Dios demandaba para redimirnos del cautiverio y la pena del pecado (I Pedro 1:18-20; Apocalipsis 5:8- 10).

2. Propiciación (Romanos 3:25; I Juan 2:2). Esto significa satisfacción o aplacamiento-algo que le permite a Dios perdonar el pecado sin comprometer Su santidad y justicia. La muerte de Cristo cumplió con los requisitos justos de Dios, comprando así la remisión de pecados (Mateo 26:28; Juan 1:29).

3. Reconciliación (Romanos 5:6-11; II Corintios 5:14-21). Cristo el hombre hace mediación entre Dios y los hombres (I Timoteo 2:5). Como un hombre sin pecado El quitó la barrera entre el Dios santo y los hombres pecaminosos, restaurándonos a la comunión con Dios.

4. Sustitución (Isaías 53:5-6; II Corintios 5:21; I Pedro 2:24). Jesucristo tomó nuestro lugar y sufrió la pena que nosotros merecíamos por nuestros pecados. En este sentido El llego a cargar el pecado, a ser el sacrificio por nuestros pecados (I Corintios 5:7; Hebreos 9:28;10:10-17).

Después de que Cristo murió, Su cuerpo fue sepultado en la tumba y su alma descendió al Hades (el lugar de las almas que han partido) (Hechos 2:25-32). Después de tres días El resucitó con un cuerpo físico glorificado, victorioso sobre la muerte y el Hades. Su resurrección es esencial para nuestra salvación porque hizo efectivo a Su muerte; obtuvo Su victoria sobre la muerte (Romanos 4:25; I Corintios 15:14). Por causa de Su resurrección nosotros tenemos poder para vencer y vida nueva en Cristo además de la seguridad de la inmortalidad futura (Romanos 5:10;6:4; I Corintios 15:20-23). Cuarenta días después de la resurrección, Jesús ascendió al cielo, donde es exaltado para siempre (Efesios 1:20,21; Filipenses 2:9). Durante Su vida terrenal, El dejó las prerrogativas divinas de gloria, honra, y reconocimiento y se sometió a limitaciones humanas, pero ahora no. En el cielo, Jesucristo como Dios está abiertamente investido de todo poder, autoridad, y gloria. La Cruz era el único, final sacrificio para todo tiempo (Hebreos 10:12), y aquel sacrificio supremo provee intercesión presente por nuestros pecados y libre acceso al trono de Dios (Romanos 8:34; Hebreos 4:14-16; I Juan 2:1).

La Cruz invierte todas las consecuencias del pecado. La iglesia más que recuperará en Cristo todo lo que la raza humana perdió a causa del pecado. Los creyentes se gozan de muchas bendiciones como resultado en esta vida y recibirán la plenitud en la eternidad. Los beneficios de la obra de Cristo incluyen el perdón de pecados, vida nueva espiritual, poder sobre el diablo, sanidad para el cuerpo, y últimamente liberación de la creación de la maldición del pecado y vida eterna para los creyentes (Isaías 53:5; Romanos 8:19-23; Colosenses 1:14,20; Hebreos 2:14). La obra presente de la salvación tiene varios aspectos, que una persona recibe por fe al arrepentirse, ser bautizado en el nombre de Jesús, y recibir el Espíritu Santo (I Corintios 6:11).

1. Justificación (Romanos 3:24,26). Justificar significa declarar, contar, o considerar como justo. Esto incluye el perdón de pecados, incluso la remoción de toda culpabilidad y castigo, y la imputación de la justicia de Cristo.

2. Regeneración, o nuevo nacimiento (Juan 3:5; Tito 3:5). Esto es más que una reformación; es el impartimiento de una nueva naturaleza-la naturaleza de Dios-con un cambio de deseos y poder para vivir una vida nueva.

3. Adopción (Romanos 8:14-17; Gálatas 4:1-7). El creyente es colocado en la familia espiritual de Dios y escogido como Su heredero.

4. Santificación, o separación (Hebreos 10:10). Al ser convertida, la persona es puesta aparte del pecado. El Espíritu Santa sigue entonces a transformarle, perfeccionarle, y hacerle santa (II Corintios 3:18; I Tesalonicenses 3:13; 5:23). La obra propiciatoria de Cristo es la base para la salvación en toda época. La salvación siempre tiene su origen en la gracia de Dios y es apropiada por la fe obediente. Cristo murió por toda la raza humana (Juan 1:29; I Timoteo 2:6; I Juan 2:2). Los beneficios de Su propiciación llegan a todos los que creen en El y aplican Su obra a sus vidas (Juan 3:16; Hebreos 5:9).

La Salvación Neotestamentaria

En el contexto de las Escrituras, salvación significa liberación de todo el poder y los efectos del pecado, y tiene aspectos pasados, presentes, y futuros.

Salvación por gracia por medio de la fe. No hay nada que una persona pueda hacer para salvarse a sí misma. Ninguna cantidad de buenas obras o adherencia a leyes puede salvarle. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). La salvación es un regalo gratis de Dios, la cual el hombre no puede merecer o ganarse. La obra propiciatoria de Jesucristo ha hecho disponible este regalo gratis de la salvación, y la única manera de recibirlo es creer en Jesús y en la suficiencia de Su sacrificio (Romanos 3:24-28; 4:22-25).

La fe salvadora. El creer en Jesucristo incluye el creer Su Palabra, y el realmente creer Su Palabra incluye la obediencia.  La fe es más que asentó mental, aceptación intelectual, o profesión verbal; incluye confianza, compromiso, apropiación, y aplicación. No podemos separar la fe salvadora de la obediencia (Hechos 6:7; Romanos 1:5; 2:6-10; 10:16; 16:26; Hebreos 11:6-8). La obediencia a la Palabra de Dios es absolutamente necesaria para la salvación (Mateo 7:21-27; Juan 14:15,23; Romanos 6:17; 15:18; II Tesalonicenses 1:7-10; Hebreos 5:9; I Pedro 1:21-23; 4:17; I Juan 2:3-5; 5:1-3). La fe vive solamente mediante respuesta y acción (Santiago 2:14-26). Es posible tener un grado inicial de fe en Cristo y todavía no ser salvo si no hay aceptación, compromiso, y obediencia completa (Mateo 7:21-23; Juan 2:23-25; 12:42-43; Hechos 8:12-23; Santiago 2:19). La fe es el medio de apropiar la gracia de Dios. Es el medio por el cual la gente se entrega a Dios, obedece Su Palabra, y le permite hacer Su obra salvadora en ellos. Entonces, la fe salvadora es (1) la aceptación del evangelio de Jesucristo como el único medio de salvación y (2) obediencia a aquel evangelio (aplicación o apropiación de aquel evangelio).

El evangelio y el Nuevo Nacimiento. El evangelio de Jesucristo es Su muerte, sepultura, y resurrección para nuestra salvación (I Corintios 15:1-4). Una persona responde al evangelio, o aplica el evangelio a su vida, por arrepentimiento del pecado (muerte al pecado), bautismo por inmersión en agua en el nombre de Jesucristo (sepultura con Cristo), y recibir el Espíritu Santo (vida nueva en Cristo) (Hechos 2:1-4,38; Romanos 6:1-7; 7:6; 8:2).

Jesús dijo, “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Cuando una persona cree en Jesucristo y obedece a Hechos 2:38, experimenta el nacimiento de agua y del Espíritu. El es “nacido de nuevo,” actualmente llegando a ser una nueva creación (Juan 3:3, 7; II Corintios 5:17). En el arrepentimiento y el bautismo en agua, él sepulta la manera antigua y pecaminosa de vivir, el registro de los pecados pasados, y la pena de muerte por el pecado. Cuando él recibe el Espíritu Santo él empieza a vivir una vida nueva y piadosa.

En el Día de Pentecostés, el día del nacimiento de la iglesia neotestamentaria, el apóstol Pedro predico el primer sermón del evangelio a las multitudes que se habían juntado para observar a los creyentes recién llenos del Espíritu mientras ellos hablaban en lenguas y alababan a Dios. Convencidos de sus pecados por su mensaje sencillo pero poderoso, los oyentes clamaron, “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). Pedro dió una respuesta precisa, completa, e inequívoca: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Los que fueron salvos en los Evangelios fueron salvados bajo el Antiguo Pacto mientras esperaban el Nuevo. El Nuevo Pacto no entró en efecto hasta después de la ascensión de Cristo (Lucas 7:28; 24:47-49; Juan 7:39; 16:7; Hechos 1:4-8; Hebreos 9:14-17). Entonces, Hechos 2:38 es la respuesta comprensiva a una pregunta acerca de la conversión neotestamentaria, expresando en forma compacta la respuesta correcta al evangelio.

No tan solo los judíos en el Día de Pentecostés recibieron la experiencia de Hechos 2:38, sino que los samaritanos, el apóstol Pablo, los gentiles, y los discípulos de Juan en Efeso la recibieron también (Hechos 8:12-17; 9:17-18 con 22:16; 10:44-48; 19:1-6). En breve, el mensaje de salvación en el Nuevo Testamento es arrepentimiento del pecado, bautismo en agua en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y el recibir el Espíritu Santo con la señal inicial de hablar en lenguas.

Arrepentimiento. El arrepentimiento es una media vuelta desde el pecado hacia Dios (Hechos 26:18-20). Tiene tres aspectos necesarios: un cambio intelectual (cambio de opiniones), un cambio emocional (cambio de sentimientos), y un cambio volicional (cambio voluntario de propósito). Incluye reconocimiento del pecado (Marcos 2:17), confesión del pecado a Dios (Proverbios 28:13; I Juan 1:9), contrición o tristeza según Dios por el pecado (Salmo 51:17; II Corintios 7:10), y una decisión de abandonar el pecado (Proverbios 28:13; Lucas 3:7-8). Juntamente con el arrepentimiento viene la disposición a hacer restitución por los pecados pasados, lo más posible (Mateo 5:23-24; Lucas 19:8).

El arrepentimiento es la primera respuesta de la fe al llamado de Dios (Marcos 1:15). Es absolutamente necesario para la salvación (Lucas 13:3,5; Hechos 17:30; II Pedro 3:9). Sin el arrepentimiento el bautismo no es efectivo, y sin el arrepentimiento una persona no puede recibir el Espíritu Santo (Hechos 2:38; 3:19). En el arrepentimiento, la persona empieza a dejar que Dios obre en su vida. Se decide a dejar el pecado y permite que Dios le vuelva. Como parte del apartarse del pecado, Dios le enpodera para quebrar sus ligaduras a los deseos y hábitos pecaminosos. Como parte de la vuelta hacia Dios, el arrepentimiento prepara el camino para que tenga una relación personal con Dios, calificándole para bautismo de agua y del Espíritu. La obra de perdón y remisión viene mediante arrepentimiento y bautismo en agua (Hechos 2:38). El arrepentimiento trata con la manera pecaminosa de vivir de la persona, y el bautismo trata con el registro y las consecuencias del pecado.

Bautismo en Agua. El bautismo en agua es parte de la salvación (I Pedro 3:21). Expresa fe en Dios por obediencia a Su Palabra (Marcos 16:16; Hechos 2:41). El modo bíblico del bautismo es inmersión en agua, y solamente este método retiene el simbolismo bíblico del bautismo como una sepultura (Mateo 3:16; Hechos 8:36-39; Romanos 6:4). La fe en Cristo y el arrepentimiento del pecado se necesitan para que sea válido; entonces el bautismo de los infantes no es apropiado (Mateo 3:6-11; Hechos 2:38; 8:37).

El significado bíblico del bautismo en agua es lo siguiente: (1) Dios remite el pecado en el bautismo en agua (Hechos 2:38; 22:16). Dios borra el registro del pecado y cancela su pena. El lava los pecados, sepultándolos para siempre. (2) El bautismo es parte del nuevo nacimiento (Juan 3:5; Tito 3:5). (3) El bautismo le identifica a la persona con la sepultura de Jesús (Romanos 6:4; Colosenses 2:12). Indica que él ha muerto a los pecados por el arrepentimiento y que está sepultando sus pecados pasados, el dominio del pecado, y la manera de vivir pecaminosa. (4) El bautismo en agua es parte del único bautismo de agua y del Espíritu que coloca a los creyentes en Cristo (Romanos 6:3-4; Gálatas 3:27; Efesios 4:5). Los identifica personalmente con Jesús y es parte de la entrada a Su familia. (5) El bautismo es parte de la circuncisión espiritual (Colosenses 2:11-13).

La Biblia enseña que el bautismo debe administrarse en el nombre de Jesucristo. Esto significa invocar el nombre de Jesús oralmente (Hechos 22:16; Santiago 2:7) y rebautizar a los que han sido bautizados de alguna otra manera (Hechos 19:1-5). El nombre de Jesús en la fórmula bautismal expresa fe en Su verdadera identidad, obra propiciatoria, y poder y autoridad para salvar. El nombre de Jesús es el único nombre salvador, el nombre por el cual se recibe la remisión de pecados, el nombre más exaltado, y el nombre en el cual los cristianos deben decir y hacer todas las cosas (Hechos 4:12; 10:43; Filipenses 2:9-11; Colosenses 3:17). Entonces, el usar el nombre de Jesús es la manera correcta de cumplir todos los propósitos para el bautismo.

La Biblia registra cinco relatos históricos del bautismo en la iglesia neotestamentaria que describen un nombre o una fórmula. En cada caso el nombre es Jesús (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5; 22:16). Las epístolas también aluden a la fórmula del Nombre de Jesús (Romanos 6:3-4; I Corintios 1:13; 6:11; Gálatas 3:27; Colosenses 2:12). Aun Mateo 28:19 se refiere a esta fórmula, pues describe un nombre singular que representa todas las manifestaciones redentivas de la Deidad, y ese nombre es Jesús (Zacarías 14:9; Mateo 1:21; Juan 5:43; 14:26; Apocalipsis 22:3-4). Además, Jesús es el nombre que se describe en los otros relatos de la Gran Comisión (Marcos 16:17; Lucas 24:47).

El bautismo del Espíritu Santo. El bautismo con, por, en o del Espíritu Santo es parte de la salvación en el Nuevo Testamento (Juan 3:5; Romanos 8:1-16; I Corintios 12:13; Efesios 1:13-14; Tito 3:5). La frase describe cómo el creyente es sumergido en y llenado del Espíritu Santo de Dios. En Hechos los términos “bautizados, llenos, recibido, cayó sobre, vino sobre, y sobre... se derramase el don” describen todos a esta experiencia (Hechos 1:4-5; 2:4; 10:44-47; 11:15-17; 19:1-6). Se promete a todos los que creen en Jesús y obedecen Su Palabra (Juan 7:38-39; Hechos 5:32; 11:15-17; 19:2; Gálatas 3:14; Efesios 1:13).

La Biblia registra cinco relatos históricos de la recepción del Espíritu Santo en la iglesia neotestamentaria: los judíos, los samaritanos, los gentiles, el apóstol Pablo, y los discípulos de Juan en Efeso. Este registro establece que el bautismo del Espíritu de veras es para todos (Lucas 11:13; Hechos 2:39) y es acompañado por la señal inicial de lenguas (Marcos 16:17). Hablar en lenguas significa hablar sobrenaturalmente, como el Espíritu da que se hable, en un idioma que el que habla nunca ha aprendido (Hechos 2:1-11). Tres de los relatos describen explícitamente el hablar en lenguas como la señal inicial de recibir el Espíritu. En el Día de Pentecostés, un sonido de viento significó la venida del Espíritu y llamas como de fuego señalaron la disponibilidad a cada persona, pero el hablar en lenguas “según el Espíritu les daba que hablasen” era la señal inicial de que cada individuo había sido llenado (Hechos 2:1-4). Las lenguas convencieron a los judíos escépticos y atónitos que los gentiles acababan de recibir el Espíritu Santo; las lenguas por sí solas identificaron suficientemente a esta experiencia como la experiencia Pentecostal (Hechos 10:44-47; 11:15-17). Los discípulos efesios también hablaron en lenguas como la primera señal de recibir el Espíritu (Hechos 19:6).

Las lenguas son implícitas en los otros dos relatos. Una señal milagrosa no nombrada indicó el momento exacto cuando los samaritanos recibieron el Espíritu; su ausencia anterior denota que ellos todavía no tenían el Espíritu a pesar de tener gozo, fe, y bautismo, y era tan espectacular que Simón el Mago codiciaba el poder de impartir el Espíritu con esta señal (Hechos 8:5-19). Hechos 9:17 menciona sin descripción la experiencia de Pablo, pero I Corintios 14:18 dice que él hablaba en lenguas con frecuencia. El bautismo del Espíritu Santo es la experiencia básica y normal con Dios en el Nuevo Testamento, el nacimiento del Espíritu. El Espíritu es el reposo, guía a toda la verdad, el que hace adopción, intercesor, sello, arras de la herencia, y santificador (Isaías 28:11-12; Juan 16:13; Romanos 8:15,26; Efesios 1:13-14; I Pedro 1:2). Una persona puede recibir el Espíritu por arrepentirse, tener fe en Dios, y pedirle a Dios Su don. Cuando una persona recibe el Espíritu Santo, recibe poder para vencer al pecado y vivir una vida santa (Hechos 1:8; Romanos 8:4,13). Si él permite que el Espíritu le llene (controle y guíe) continua-mente, producirá el fruto del Espíritu y llegará a ser como Cristo (Gálatas 5:22-23).

Conclusión. 
No se debe rechazar a los que no han recibido la experiencia neotestamentaria, sino que deben ser animados a recibir todo lo que Dios tiene para ellos. Hay mucha gente sincera y aun arrepentida como Apolos y los discípulos de Juan en Efeso quienes necesitan ser guiados a verdad mas avanzada para que puedan tener un nuevo nacimiento apostólico. La experiencia y la doctrina de una persona deben conformarse al modelo bíblico y apostólico completo; los que buscan a Dios sin cumplir con este modelo tendrán que contestar a Dios. La responsabilidad de una persona es clara: tiene que actuar sobre la verdad.

En resumen, (1) la Biblia es la única autoridad para la salvación; (2) la base de la salvación es la muerte, sepultura, y resurrección de Cristo; (3) la salvación viene solamente por gracia mediante la fe en Jesucristo; y (4) la aplicación de la gracia y la expresión de la fe vienen mientras una persona obedece a Hechos 2:38, recibiendo así el nuevo nacimiento de Juan 3:3-5.

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